Sobre la entrañable relación entre vida y literatura a propósito de "El Baile de la Victoria" de Antonio Skármeta.

Existe un vacío entre haber terminado la lectura de un libro y elegir el siguiente. La incertidumbre, sobre todo cuando leíste un Gran libro, de qué será lo que depara la lectura posterior es algo digno de mencionarse. Siempre a la búsqueda de más!. 

Debo decir que pertenezco a una larga tradición de acumular lecturas, incluso cuento con un estante en mi librero o un folder en mi Kindle en que hay lecturas para la deriva o también lo que yo le llamo "lecturas por mientras". Casi siempre se trata de libros de autores que ya leí o que deseo leer pero no con bastante emoción. Además, existe otro categoría de libros llamada "para después" que es conformada por diversos géneros y que ha sido interrumpida su lectura en cualquier punto inexacto. El caso es que cuando vuelvo a esos libros que hace meses o incluso años no había podido concluir (más que por falta de tiempo por falta de entusiasmo ante la historia) me llevo sorpresas, pues resulta que al volver a dichas lecturas no reconozco en ellas ningún aspecto desagradable que me haya hecho abandonarlas a medias. Sucede algo extraño, como si los libros por si solos cobraran vida, se transformaran y por lo tanto su contenido tuviera un efecto distinto. Las letras, sus historias, son objetos con vida. Los incrédulos me juzgará de loca y dirán que los que cambiamos somos los lectores pero no pretenderé convencerlos, la experiencia me basta. El destino y la literatura son cosas que van de la mano.

Si bien es cierto que el mundo está sometido a la casualidad de las cosas vivas, a los encuentros espontáneos con el amor o con la muerte pienso que en la literatura resulta distinto. ¿Cuál  o cómo se llama esa fuerza oculta que te lleva de la página de un libro a la de otro casi como si continuaras en el mismo espacio- tiempo? Por una circunstancia más o menos así hablo de lo que hablo. Seguramente en otro post me demoraré en este tema de la literatura y el destino (o incluso le pondremos un nombre).

A propósito...

Como libro pendiente, tenía en mi Kindle una novela del autor Antonio Skármeta. La casualidad fue que este parece una  continuación en el tiempo histórico del libro del que escribo en el post pasado La Casa de los Espíritus. El afamado libro de Isabel Allende acaba justo con el golpe de estado en Chile  y el horror que presenciaron los que creía vivir instalados en un país libre. El contexto de los primeros días del golpe, la incomprensión que abarcaría un largo tiempo de obscuridad política y social. El Baile de la Victoria sucede años después, cuando la democracia es un hecho y la dictadura una pesadilla de la que muchos siguen viviendo sus consecuencias devastadoras. Un libro acaba donde otro comienza.

Cuando las personas suponen que la literatura es una cosa inútil, están muy equivocados ya que la literatura no es simple ficción sino una voz. Por que además de fechas que son parteaguas en la historia colectiva están las emociones individuales que son más determinantes de la época. Esas emociones son las que nos hablan. Personajes quizá ficticios, quizá no, en reales vivencias que estremecen más que conocer un hecho como simple conmemoración. Por ejemplo en Chile es indudable que la literatura, la poesía, el cine y todas las artes están marcadas por la dictadura, que la historia del país determinó en gran medida las marcas que dejó ese episodio de violencia social. Y no es para menos que después de superado el episodio las historias comenzaran a crearse desde los estragos para contarle al mundo qué ocurrió no a los grandes políticos, ni a las potencias mundiales sino a esos rostros desaparecidos, a esos rostros que sin la historia no nos dicen nada.

Los jóvenes protagonistas de la novela: joven hija de un maestro asesinado por la dictadura antes del nacimiento de ella y chico condenado a la cárcel por haberle robado a un poderoso (por que la justicia aquí como allá solo se le cumple al que está cerca del poder). Ambos ,Victoria y Ángel Santiago, le prestan su rostro a  una sociedad volcada en el dolor heredado a las siguientes generaciones. La mayoría de los personajes de Skármeta habitantes de un sociedad en reconstrucción con un destino determinado por la historia. Sin embargo encontraremos en esta historia la contraparte a la ambición que hizo posible la dictadura: el amor y las ideas.





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