La Casa de los Espíritus/ Isabel Allende

Ay!, el realismo mágico!

En los primeros capítulos no pude dejar de comparar Cien Años de Soledad con muchas de las escenas de La Casa de los Espíritus. Podría demorarme en una lista de imágenes y referencias que me recordaron a la novela de GGM, pero no será así. Esas múltiples semejanzas no son la intención de esta publicación. Acepto que la sensación de repetición se debe más a un prejuicio, saber que el Realismo mágico ya recorrió la historia de la literatura y que como corriente ya fue leída lo suficiente. Es decir, ya no es actualidad literaria y por lo tanto no tiene esa capacidad de extasiarnos como la tuvo hace 30 años. Con mis prejuicios de lectora a cuestas avancé en la lectura sin saber mucho que esperar de una historia que me parecía conocida, ya vista. Vale ser sincera y decir que hasta casi por la mitad del libro empecé a reconocer el aspecto que me mantendrían prendada: el político. Y me sorprendió!

Reflejan la realidad de un país en convulsión: las denuncias de los inquilinos de Tres Marías, las condiciones de la tierra y sus trabajadores, el aspecto autoritario de todo lo que Esteban Trueba deja a su paso, Chile dividido en clases, la inconformidad colectiva con el estado de cosas, la conciencia social de los hijos Trueba, el intento de diversos personajes de alfabetización y campañas ideológicas. Además de esos elementos críticos, es una historia femenina, distinta en ese sentido al realismo mágico que he leído. Resalta el papel de las mujeres en décadas pasadas como agentes de la transformación. No son simples personajes; representan el cambio generacional e ideológico de una sociedad latinoamericana influenciada por la liberación de clases y de sexos.

La historia de América Latina una vez más teje las historias individuales. Un contraste fuerte entre la narrativa de la fantasía y algunas escenas de tortura y violencia lo suficientemente crudas como para acercarme a la ansiedad. Ante todo La Casa de los Espíritus cuenta la historia del pueblo Chileno, esa historia de resistencia y dolor. Todos sus personajes están profundamente comprometidos con la transformación social y la idea de revolución. Muchos de ellos son románticos, agentes de los cambios políticos que nos causan simpatía, nos contagian de su ímpetu. Por otro lado el personaje de Esteban Trueba llega a resultar despreciable por su ambición desmedida y su falta de visión sobre las consecuencias. Todos los personajes, tanto los subversivos como los representantes de la burguesía resultan ser personajes apasionados bajo sus propias leyes. No hay ningún personaje en la historia que no sea un personaje de vida compleja, de sueños. Este es el encanto de Isabel Allende, acercarnos a personajes siempre desvariando, ilusionados, pasionales, que tarde o temprano harán frente a una realidad indeseable.

Esta novela me dejó el deseo de que exista en el momento indicado una literatura mexicana que cuente aquellos testimonios de la barbarie, aquellos testimonios del silencio que no pertenecen a la comodidad de lo que se prefiere seguir ignorando. Pues en México sin duda, la ignorancia y el silencio siguen siendo el alimento del sufrimiento. Por ello la literatura puede funcionar como ese bálsamo, la cura de nuestras ansiedades colectivas.Y sobre todo, que existen dos formas de hablar con los espíritus: vernos en la Historia y comprendernos como actores principales  o dejarnos enredar en las pasiones individuales para transformar el mundo.

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