Sábado/ Ian McEwan


No deja de sorprenderme Ian McEwan y sé que no es la primera ni la última vez que elogiaré su literatura. No hay historia, cuento o novela, que no me cause una conmoción, cada una de ella distinta en intensidad de emociones o ideas. Si bien, existen constantes, hay aspectos que parecen ir evolucionando en cada historia. Desde el escalofriante tema del incesto, el tabú de la frigidez femenina, un largo etcéteras de temas silenciosos hasta la postura pública de los ciudadan@s respecto a la guerra o el terrorismo. Esta vez nos encontramos con una novela con menos escenas obscuras que "Jardín de Cemento" por ejemplo, pero que no por ello deja de enfrentarnos a realidades que se dejan a un lado cotidianamente para la propia felicidad. Novelas que nos confrontan, esa es la literatura necesaria y Sábado es una de ellas.

Al contrario de otras, la historia de Sábado le sucede a personajes que actúan conforme a sus convicciones, de lo más comunes, con una vida cotidiana sin sobresaltos, sin morales reprochables, transparentes hasta en relación con sus pensamientos más escandalosos. Es más, podríamos decir que la familia de Henry Perowne es demasiado normal (por llamarla de alguna manera). Nos resultaría incluso excesivamente normal si los comparamos con algunos de los personajes obsesivos que hemos conocido en novelas pasadas. Pero...dejemos de comparar y hablemos de la historia.

A manera de lista por falta de conexión entre algunas ideas, enumeraré aspectos trascendentes de la novela, no por su orden, su importancia:

1. Narración minuciosa sobre el funcionamiento del cerebro así como una descripción de intervenciones quirúrgicas hasta el detalle más ínfimo. Se adentra en la capacidad humana para intervenir en un órgano vital. Las fascinación del autor y el personaje por el universo palpable del pensamiento.

2. El tema de fe opuesto al materialismo imperante en el mundo. Gracias a la ciencia muchas de las creencias ancestrales quedan descartadas. La explicación de las emociones o comportamientos concretos por medio del estudio del cerebro sobrepasa nuestra capacidad  de concebirnos como el simple cascarón de eso que sigue siendo inexplicable: ¿el alma, la escencia?. McEwan no toca estos conceptos (ni creo que sea si intento) sin embargo está cerca de preguntarse la posibilidad de algo más que un cerebro nos haga existir. ¿O seré yo la que me pregunto esto?

3. En esencia la novela nos enfrente a un problema público y ético: la guerra. Desde la individual responsabilidad de ejercer una postura política sobre el entorno, hasta la colectiva de participar activa y determinadamente contra un hecho concreto del que renegamos. Desde la comodidad de un apartamento lujoso, iluminado, con calefacción, en la mayor de las armonías la guerra resulta una incomodidad sobre todo cuando se presentan opiniones divergentes. La guerra no puede reducirse a los términos de economía o de beneficios-daños colaterales, sino a la capacidad de concebir sus consecuencias nefastas, a lo global de una acción local. Por que antes esos temas nos sobras justificaciones a unos y otros fuera del plano de la realidad.


4. Si hay una impresión que me reitera es que el autor tiene una vida matrimonial apacible, incluso envidiable que plasma en las relaciones de algunos de sus personajes. Fuera de ficciones rosas llevan una convivencia apacible, sin sobresaltos mayúsculos. Aquella  páginas donde describe la momentánea paz de un abrazo, el lenguaje de los besos, el significado de tomarse de la mano, todos y cada uno de esos actos hacen envidiar que incluso un hombre tan crudo como McEwan sean capaz de esa ternura, de esa cercanía.


Sábado, ha cerrado sus páginas en sábado.



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