Leer Lolita en Teherán. Azar Nafisi

Es pertinente que comience mi reseña con una historia. Una historia sobre los libros y las prohibiciones. Todo esto por que (aunque para algunos suene extremo o exagerado) el pensamiento libre representa una amenaza para la estabilidad de los religiosos, de los represores de la sexualidad y sobre todo para los ricos. Pero para que esta reseña no se vuelva otra cosa comienzo con esta historia ocurrida 100% en la vida real.


En alguna escuela, de algún lugar, de alguna ciudad se asignó como lectura obligatoria a los alumnos/as de 14 años de edad una novela que se titula "NADA" de la escritora danesa Janne Teller (véase en la historia del blog mi reseña sobre eso). Al concluir la novela, a alguna madre de familia se le ocurrió leer la novela con el fin de saber qué leía su hija ( para controlarla o cuidarla; acciones entre las que hay una delgada línea) y por supuesto su reacción fue escandalizarse con el contenido. ¿Por qué? La historia comienza tras la irrupción de un gran pesimista, un adolescente que descubre que su vida no tiene sentido. Al escuchar esto los compañeros de clase comienzan un experimento para convencerse a ellos mismo que la vida tiene sentido. Dicho experimento consiste en que los adolescentes juntan objetos que tienen valor para cada uno de ellos. Las cosas comienzan a salirse de control y cada objeto que es entregado va subiendo de tono e intensidad por su valía. Si bien es cierto, la novela no es un cuento de hadas, logra el objetivo principal de la actividad y de la lectura por si misma. Conmover, erizar la piel de los jóvenes, identificarse con algunos personajes, maldecir a otro, escandalizarse, pero sobre todo lo más peligroso para alguno adultos: Cuestionarse a si mismo. Suscita un sin fin de emociones, de conclusiones impresionantes sobre el valor de la vida; pero sobre todo una interiorización individual de la historia. Así que con los jóvenes se logra un gran Like!


Siguiendo con la escandalizada, decidió cuestionar la pertinencia de esa lectura y por supuesto fue respondido con una serie de reflexiones por mi parte sobre la importancia de escuchar las conclusiones de los jóvenes. ¿Quién sino ellos los mejores jueces? ¿Quién sino ellos los valientes lectores?... ellos que han tenido suficiente de pasado participio, de cuentos aburridísimos y de maestros que quizá pocos libros han leído en su vida. El punto es que esas personas frente a las que discurrí en mi argumento siguieron pensando lo mismo: No es correcto que los jóvenes lean eso, incita a la violencia, cambie de contenido, ya tenemos suficiente con la ballena azul y un largo etcétera totalizador que para mí solamente demostraba lo subestimada que está la inteligencia de los adolescentes. En resumen la palabra "inducir" era el calificativo para mi actividad. El punto es que ahora con la distancia pienso que no estaban tan equivocadas. Sí, yo quería inducirlos, pero no a que cortaran el dedo de sus compañeros ni a que abandonaran su casa en medio de la noche sino inducirlos a formarse un criterio propio de la vida, a reflexionar sobre la moralidad, a buscar, a pensar; eso que nos hace tanta falta en este mundo. No nos sobra prohibiciones y miren como estamos... Además ni todas las campañas sobre leer 15 minutos ni todos los artistas leyendo en los espectaculares bastarán para interesar a los jóvenes en algo que no tiene ninguna relación con ellos mismo. Mientras la lectura siga siendo una asignatura de escuela, y no una transformación del pensamiento fracasará cualquier progreso de los libros.

¿Pero qué tiene que ver todo esto con el libro?

...

Meses después accedí a una recomendación literaria: "Leer Lolita en Teherán" un curioso libro que mezcla la narrativa con ensayo sobre literatura. El libro está dividido en 4 partes fundamentales, 4 autores distintos unidos por un propósito común: Narrar. Asar Nafisi reflexiona sobre estas novelas en Irán antes y tras la revolución. Siendo maestra de universidad sus clases consistían en defender la necesidad de esas lecturas que eran tachadas de impertinentes. Convertida en la abogada de lo occidental (término negativo para ellos) las opiniones adversas que algunos alumnos hacen de libros como el Gran Gatsby y Lolita. Tras discusiones inacabables algunos de ellos censuran los valores de novelas como las de Fitszgerald. En un juicio al que someten la novela del Gran Gatsby una alumna dice:

"La novela era su propia defensa. Quizá podríamos aprender algo de Fitzgerald. Ella, al leerla, no había aprendido que el adulterio fuese algo bueno, ni que todos tuviéramos que ser unos bribones. ¿Todos acaso hacían huelga o se iban al oeste después de leer a Steinbeck? ¿O se lanzaban a cazar ballenas por haber leído a Melville? ¿No son un poco más complejas las personas?"


Y es bien cierto, la literatura es un medio para conocer aquello con lo que nunca hemos de estar en contacto en el mundo. Pero aún más leer desde un régimen totalitario implica hacer una lectura política de todo aquellos a lo que nos acercamos así como desde una mente joven es acercarnos al futuro. Y es así como la literatura es prohibida en algunas etapas de la historia debido a su fuerza transformadora de ideas. No quiero que esto se interprete como que los lectores son mejores que los no lectores pero indudablemente la ficción no es solamente un escape de la realidad o un bálsamo para los dolores personales (que te ayude a escapar de la realidad) sino unos anteojos para ver el mundo más claramente. Precisamente Asar Naifisi , en su seminario secreto, le da voz a las inquietudes de las mujeres que la acompañan. La literatura y la vida son necesarias una a la otra, narra es una necesidad vital. Asar Nafisi intercala sus ensayos sobre ciertas novelas con las historias de sus alumnas y las injusticias a las que se ven sujetas las mujeres en Irán. La identidad de cada una de ellas, negada por el pañuelo que son obligadas a llevar cada día se convierte en transgresión por medio de sus opiniones.


Por otra parte, el tema de la guerra y como las personas siguen habitando un país tan estrepitosos. Esas mujeres lectoras y esos alumnos interesados en la literatura son un reflejo de los tiempos turbulentos en Irán. ¿Por qué asistir a una clase donde se habla de algo que se desprecia?, ¿por qué la insistencia de desparecer ciertas lecturas durante la revolución? Es obvio que el amor y la reflexión son campos de batalla, son amenazas para un régimen totalitario. Pero pienso que no solo en esos casos radicales; más bien estoy segura que en cada campo de batalla personal el amor y la literatura son más revolucionarias que la guerra.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Algo alrededor de tu cuello. Chimamanda N. Adichie.

Las brujas de Eastwick/ John Updike.

Amsterdam/ Ian McEwan