Al este del edén/ John Steinbeck

En muchas ocasiones he querido contar con un argumento lo suficientemente convincente para demostrar a algunas personas la imp.ortancia de la literatura. Si alguien me pregunta por qué leo o por qué la literatura es uno de mis principales referentes para la vida cotidiana es verdad que mis razones no me parecen nunca suficientes y me siento tan inútil en mi explicación como cuando alguien me pregunta qué creo que es el amor. Sin duda la literatura es un asunto de la vida. No se define en una preferencia, es más parecido a lo complicado de enamorarse que a un entretenimiento o un acto de conocimiento formal
Las novelas puede que nos causen fascinación por sus historias, aunque creo que es más por sus personajes. Transmitir la naturaleza y la existencia de los hombres y mujeres reales a través de los personajes es la tarea del buen escritor (ojo: existencia y naturaleza humana ya de por si son conceptos filosóficos). Como lectora, es común que me apropie o me identifique con uno de los personajes y siga el hilo de la historia a través de él o ella, que su pasión se convierta en mía y al final, mi experiencia de lectura se resuma en el destino, el desencanto o felicidad de alguno de ell@s, pues me convierto en el transcurso de la historia en Ese personaje. 

En cambio hay libros que en su totalidad nos enganchan y nos mueven ante la inmensidad de la literatura. Las novelas son universos completos, datan de una fecha, transportan a un espacio, existen en el universo de la ficción y por lo tanto imitan la complejidad de las emociones y los valores humanos. Sin duda, en la historia de la literatura nos encontraremos con estas Grandes novelas, esas grandes novelas (creo yo) son aquellas que narran a la Humanidad entera en una época concreta. La novela de la que hablo aquí es el caso pues no solamente son algunos de sus personajes los que logran cautivarnos sino su totalidad.

Poco novelistas (que yo haya leído) han hecho transcurrir en tan solo 600 páginas la historia de la humanidad;  John Steinbeck sin duda lo logra. "Al Este del Edén" evoca los principios del siglo, pero sobre todo los conceptos que durante milenios han atormentado al hombre: el bien y el mal. Pues si nos remontamos a los escritos más antiguos e incluso a los textos sagrados, el bien y el mal son los valores que gobiernan al mundo, conforman las acciones y son la esencia de los cuestionamientos más complejos del alma humana. 

En dicha novela, la historia familiar de los Hamilton y los Trask junto a las capítulos-ensayo donde Steinbeck a voz personal reflexiona sin ficción sobre la esencia de la vida, nos permite viajar a través de lo más simple hasta lo más complejo de las emociones. La novela trata en resumidas pero extensas cuentas sobre las historias individuales que componen la historia familiar, y las historias familiares que a su vez componen la Historia de Norteamérica a principios del siglo XX (y el de cualquier país). Por mencionar algunas: Las ideas de desarrollo y progreso (Will), las emociones más ruines (Cathy), la ingenuidad y el dolor (Aaron), la poesía y el espíritu libre (Tom), el amor (Adam), la fidelidad y sabiduría (Lee), la bondad y conocimiento (Samuel),  la sumisión y el silencio femenino (Liza) y así cada personaje en su existencia aporta desde su individualidad el cambio o la permanencia, el bien o el mal, la desgracia o la felicidad, la decadencia o la prosperidad. Ninguno de ellos absolutamente bueno ni malo, con sus cuestionamientos inconclusos, pero sobre todo con la característica de que cada hecho individual contribuye a la historia colectiva.

Y (sin ánimo de que esto sea un pensamiento absoluto): La literatura es aquello que nos devela a la verdadera humanidad, aquello que nos conmueve tal como si fuera propio. Por ello hagamos de cada lectura, una oportunidad para inventarnos pero también para preguntarnos, para cuestionarnos sobre nosotros mismos.




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